sábado, 30 de noviembre de 2013

Una batalla perdida antes de empezar


En México, en enero de 1811, setecientos milicianos realistas con cuatro cañones, en la hacienda "Aguanueva" de Coahuila, al mando del coronel de Caballería Antonio Cordero y Bustamante, se disponían a enfrentarse a un ejército insurgente de ocho mil hombres y dieciséis cañones. (En la ilustración un combate contemporáneo en aquellos tiempos revueltos: la captura del cura Hidalgo en 1811)

Cordero era el gobernador de Coahuila y Texas, residiendo en San Antonio. Caballero de la Orden de Santiago, cincuentón, soltero y curtido en mil destinos y batallas en el virreinato de Nueva España, tenía el cuerpo cosido a cicatrices. No en vano había combatido a las naciones indias de su zona: comanches, tahuacanes, tahuayeses y aguajes; nativos americanos no tan famosos como los sioux y demás, pero igualmente combativos.

El coronel, que hablaba francés y latín, también había combatido a los estadounidenses que no respetaban las fronteras con La Luisiana con incursiones filibusteras. Pálido de piel y con ojos azules, se pasó la vida defendiendo al monarca de turno y, en esta ocasión y al grito de "¡Viva Fernando VII y muera Hidalgo", se preparaba para combatir a la española, o sea, a la desesperada, frente a un contingente que le superaba en diez a uno.

No todo en su vida fue dar sablazos, tuvo tiempo para enlosar Durango, colonizar aquellos territorios inhóspitos fundando Cuatro Ciénagas en 1800 y Nava en 1801, entre otros logros.

La independencia de México iba a tardar todavía algunos años, pero aquella mañana de enero de 1811, poco antes del combate, seguro que se acordaría de Cádiz, su ciudad natal y la de sus padres, patria chica que también pasaba por difíciles momentos.

Los ochocientos criollos de Cordero, en cuanto vieron aquella masa de insurgentes, tiraron las armas y se sumaron al ejército independentista. Cordero y unos cuantos españoles escaparon hasta ser apresados en Saltillo. En abril siguiente fue liberado y nombrado gobernador de Sonora, donde murió en 1823.

En Cádiz nos olvidamos de Cordero pero el emperador Iturbide lo nombró mariscal de campo. (Agosto 2009)

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