lunes, 9 de diciembre de 2013

El Castillo de la Cortadura de San Fernando



Hoy "Cortadura" es el nombre de una amplia y confortable playa gaditana en la que todo tipo de personas encuentran un lugar al sol, o a la luna, pero ese nombre es relativamente reciente y es una herencia de los acontecimientos que vivió la isla gaditana con ocasión de la guerra contra el francés que estos años cumple su bicentenario. Hasta hace no muchos años ni Cortadura ni Balneario, todo era la Playa del Sur.

Por si el contingente napoleónico superaba el frente natural que se le opuso en la línea del Caño de Sancti Petri, erizado de baterías y casi inexpugnable con la única entrada natural del puente Suazo, se construyó un fuerte en el istmo entre la Bahía y el Atlántico. Se le bautizó como "Castillo de la Cortadura de San Fernando", término militar por "cortar" el paso y posibilitar un segundo escalón de defensa frente al enemigo, antes de que llegará al frente de tierra de la ciudad.

No fue la única medida según nos cuenta José de Vargas y Ponce en su memoria titulada" Servicios de Cádiz desde MDCCCVIII a MDCCCXVI", discurso que obtuvo el primer premio en un concurso promovido por el Ayuntamiento de Cádiz en 1816 y que se publicó en 1818.

Decía el cultísimo capitán de Fragata que para despejar la línea de tiro de la artillería de las defensas de Puerta de Tierra se derribaron en Extramuros doscientas casas y otros cincuenta edificios mercantiles como almacenes, telares o cererías de lo que años después sería zona de ensanche de la ciudad. Sin proponerselo, los franceses dieron pie a que se arrasara Extramuros ya que se derribaron inmuebles por valor de diez millones de reales.

Además, terminado el castillo, quedaban libres los flancos en la bajamar aportando la ciudad de Cádiz para cerrarlo nada menos que 803 ventanas, 268 balaustradas, 111 pasamanos y no pocas anclas de hierro, un formidable volumen de herrajes valorado en dos millones de reales.

Por fortuna no se disparó un tiro en Cortadura hasta 1820, en una escaramuza que contaremos aquí, y permanece invicto. A no ser que lo rinda otro gran enemigo: la desidia.

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